Al sur de Mimizan Plage, ya en las afueras, existe un bello paraje con dos recorridos señalizados para caminar. Se trata de la reserva biológica de La Mailloueyre, palabra que deriva del original occitano Malhoèira (lugar de gaviotas). En este paradisíaco enclave encontramos tres de los elementos que caracterizan la flora landesa: pinos, dunas y humedales. Pero el recorrido tiene además algunas sorpresas, como un observatorio desde donde contemplar la fauna de la zona o un mirador con información y preciosas vistas.

Es fácil llegar a esta reserva, tanto en coche (hay un parking) como en bici, aunque, claro está, nosotros aconsejamos la segunda; no en vano esta parte de la Vélodyssée recorre paisajes de gran belleza, especialmente si se viene desde Contis.

La reserva -y los dos paseos señalizados- comienza justo en este lugar, donde hay, además, varias mesas de merendero para descansar y comer tras la caminata; en la entrada disponemos también de una fuente de agua potable donde llenar nuestros bidones de la bici para el viaje de vuelta.

Por el tipo de caminos que vamos a recorrer, es aconsejable hacer estas rutas andando, así que, para los que hayan llegado allí practicando el ciclismo, lo más práctico es dejar las bicis en la entrada, encadenadas a cualquiera de las vallas de madera que presiden el inicio de la reserva biológica.

En la zona abierta que aparece nada más llegar a este punto hay un mapa de la reserva, donde además se indica el recorrido largo a realizar. Es en este mismo punto donde se encuentra la fuente de agua potable que hemos mencionado.

Cartel Reserva biológica de La Mailloueyre

En todo caso, ponemos junto a estas líneas un mapa más preciso y detallado que podrás aumentar -y descargar- haciendo click sobre la imagen.

Ya en el interior, y antes de empezar el recorrido como tal, podremos ver un buen número de pinos con la corteza eliminada en su parte inferior, algunos de los cuales tienen un tiesto sujeto al árbol.

Se trata de la obtención de resina, actividad que aportó el sustento económico a muchas de las familias de Las Landas durante mucho tiempo y hasta mediados del siglo pasado.

Si domináis el idioma francés, podréis disfrutar de las demostraciones que de este ancestral oficio se hacen en este mismo lugar todas las semanas del verano.

El recorrido

Es casi imposible perderse. Además de las señales que van indicando el trayecto, un buen número de árboles tienen pintado en sus bases el símbolo de una gaviota en este lugar de gaviotas...

En la fase inicial del trayecto podemos ver paisajes como estos:

El Observatorio

Poco después encontraremos una flecha con la leyenda "Observatoire". Se trata de un edificio de madera ubicado en la orilla de uno de los estanques existentes en esta reserva. Con imágenes en su interior sobre los animales más habituales en esta zona, posee varias aberturas para poder observar la fauna que pulula por este humedal.

Además de numerosas especies de aves, hay también tortugas, roedores... Si tenéis la misma suerte que nosotros, podréis ver familias de unos animales que nos parecieron nutrias, aunque nuestro conocimiento sobre la fauna es más que limitado, siendo generosos. En cualquier caso, os dejamos las imágenes que obtuvimos para que vosotros dilucidéis:

Belvédère

Cuando volvemos al camino tras visitar el observatorio, y unos centenares de metros después, encontramos un nuevo cruce señalizado: el que va al Belvédère (mirador). Por un bonito camino entablado subimos la omnipresente duna landesa. Son unos pocos metros de subida, apenas nos cansaremos.

Al final de este camino nos encontramos con este pequeño mirador de madera. Desde ahí tenemos una gigantesca visión panorámica que abarca decenas y decenas de kilómetros a la redonda. A un lado, el mar, límpido, virgen, casi cristalino, con esa playa interminable que es la costa de Las Landas.

Al otro lado, la zona de la que venimos, donde destaca el estanque que hemos escrutado desde el Observatorio.

A lo lejos podemos ver también algunas edificaciones de Mimizan. Eso sí, lo veréis mejor si habéis llevado algunos prismáticos...

Ya en el mirador, es interesante leer los paneles informativos situados en su perímetro.

En ellos se explica la formación geológica  de las dunas, los sistemas creados por el hombre para frenar la expansión de estas formaciones arenosas.., y, en fin, muchas cosas interesantes sobre esta región francesa.

Una vez más, toda la información está exclusivamente en francés, aunque los castellano-hablantes no tendrán muchas dificultades para hacerse una idea de las explicaciones...

Si, una vez ahí, os apetece un refrescante baño en la playa, hay un  caminito que baja directamente hasta la arena. En las horas de calor extremo no es aconsejable estar mucho tiempo en este punto, ya que no hay sombra alguna que nos proteja del sol.

Seguimos, por tanto, nuestro camino, que está ya en su último tramo.

De vuelta al inicio

Volvemos por donde hemos venido hasta la señal que hemos reseñado antes y tomamos la dirección "Sentier de la Mailloueyre, retour parking".

A través de un bonito sendero que fluye a través de largas rectas entre los árboles podemos fijarnos ahora con detenimiento en la vegetación de este paraje.

Así, observaremos unos arbustos repletos de flores de un intenso color amarillo. Estos pequeños árboles, cuyo nombre ha huido ya de nuestra memoria, son autóctonos, y, por lo que leímos, no resulta fácil encontrarlos fuera de esta región.

También nos encontraremos en este tramo final del camino unos cuantos postes verticales que tienen incrustados unos pequeños agujeros inclinados.

En cada uno de ellos existe una placa con el nombre y el dibujo de una determinada planta o árbol.

Si acercais el ojo al orificio en la madera, se supone que veréis la planta, árbol o flor indicado en la placa. Claro, dependiendo de la época en que os encontréis, podréis verlo nítidamente o no, que las flores, por ejemplo, no permanecen todo el año.

Unos centenares de metros después, llegamos a la explanada donde se encuentran las mesas de merendero. Tras esta travesía, es el lugar ideal para reposar a la sombra, refrigerarse con las bebidas que hayamos llevado (o con el agua de la fuente, si no habéis ido preparados) y, porqué no, para avituallarnos con algo de comida que reponga nuestras fuerzas.

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